Capitulo 2.
Una decisión precipitada
[Drew]
Me desabrocho los botones de la camisa con lentitud, teniendo el mayor cuidado con las quemaduras. A continuación me quito lo que me queda de ropa y entro en la bañera. Me restriego el cuerpo con una pastilla de jabón que desprende un ligero olor a eucalipto. Las gotas de agua eliminan el rastro de la sangre que se ha quedado impregnada en mi piel aunque, por desgracia, el recuerdo de este suceso se quedará grabado de por vida en mi mente.
Me ato a la cintura una toalla blanca y me sacudo el cabello para eliminar parte de la humedad. Apoyo las manos en el lavabo y miro mi reflejo en el espejo. Mi cabello castaño se ve más claro que de costumbre y este me llega hasta la altura de los hombros, esto primero se debe a que a lo largo de los últimos días he tenido una vida complicada y me he visto en cierto modo obligado a pasar más tiempo de lo deseado a la intemperie con el sol pegando con fuerza. Mis ojos siguen siendo verdes con motas verdes aunque mi mirada ha perdido parte de su esplendor. Mis manos son grandes y callosas. Mi espalda y mi torso están llenos de pequeñas cicatrices. Tengo muchísimas ganas de gritar. Soltar todo lo que me queda de aire y acabar con mi existencia de una vez. Pero no puedo hacerlo. Sería muy egoísta de mi parte. Endurezco la expresión de mi rostro y me voy a reunir con el resto del grupo.
Nos reunimos en la sala principal de la suite que nos han asignado y que hemos conseguido gracias a las ganancias que obtuvimos en el laboratorio con el pequeño experimento. "Como odio esa palabra. Experimento. Para lo que nos ha servido".
Daniel es el último en llegar. Me impacta el deterioro de su rostro. Se ve como la mierda. Tiene rastros de sangre en la raíz del cabello y un feo corte en el labio.
-¿Qué tal estás tío?- le pregunta Christian haciéndole espacio a su lado
-Recuperándome, ya ves- dice sentándose- "gajes" del oficio
Todos ríen.
Creo que lo hacen para no tener que pensar en los verdaderos motivos. Para no tener que pensar en los problemas que se nos avecina. Para no afrontar la realidad.
Mi atención viaja a Evelyne, quién por algún motivo aun sigue en pie.
-Ven, siéntate- le digo ofreciéndole un pequeño espacio a mi lado
Recorre mi rostro, evaluándome. El tono que he utilizado ha sido más una orden que una amable sugerencia. Pero que se le va a hacer. No soy una persona de naturaleza amable, y tampoco soy simpático. Parece ser que no encuentra ninguna salida por lo que finalmente se rinde y se deja caer a mi lado.
Entonces, reina el silencio en la habitación. Nadie está dispuesto a dar el primer paso. Entre nosotros viajan todo tipo de miradas, y todas ellas con un significado completamente distintos. A mi lado Evelyne se remueve incomoda. Al moverse, su mano roza accidentalmente mi pierda. Contengo la respiración repentinamente nervioso. No, nervioso no. Molesto.
-¿Y qué hacemos ahora?
Siete pares de ojos se posan en Gabrielle. Ella no se deja amilanar por nuestras miradas y nos mantiene a todos la mirada.
-Se han perdido las vidas de tres chicos. Estamos siendo perseguidos. No tenemos donde ir.- enumera todos los sucesos finalizando con la más terrorífica pregunta- ¿Qué hacemos?
-Debemos separarnos- dice Daniel convencido
-¿Qué? ¿Por qué?- pregunta a su vez Jackson
-¿No es obvio? Nos están siguiendo unos tipos armados que quieren matarnos. Unos cazadores con sed de sangre. De nuestra sangre. Tenemos que huir lo más lejos posible. Pero ocho chicos viajando juntos resultaría raro. Sería un suicidio- responde
-Pero...
-Tiene razón- intervengo- Mañana mismo recogeremos lo poco que tenemos y nos separaremos
Daniel me lanza una mirada de... ¿agradecimiento?, no lo sé. A Cameron no se le ve convencido del todo. Y el resto, el resto se limita a mirar hacia otra parte.
Me dirijo a mi pequeña habitación y una vez dentro la trabo. Busco en mi saco una de mis objeto personales más importante y me siento con ella entre mis manos en el resquicio de la ventana con las últimas luces del día iluminando la habitación. En ese entonces me dejo llevar y comienzo a tocar una de mis obras favoritas. Mis labios se mueven con avidez sobre la armónica. Las notas salen prácticamente solas. La melodía es melancólica y trágica, pero a sí mismo desprende una belleza única que pocos son capaces de interpretar. Al escuchar las notas me siento liberado, aunque esta sensación se ve interrumpida por unos suaves pero insistentes golpes en la puerta.
-¿Quién es?- pregunto molesto por la interrupción
-Soy Gabby, déjame entrar Hemsworth- responde la persona al otro lado de la puerta con tono autoritario
Sonrío brevemente aunque rápidamente enfrío mi expresión.
Cuando la dejo entrarme fijo más a fondo en ella. No he tenido la oportunidad de pararme a mirarla con detenimiento. La vista es realmente agradable. Su larga melena rubia le cae hasta la altura de su estrecha cintura. Y sus ojos del color del chocolate derretido me miran fijamente con fiereza. No lleva maquillaje alguno, y eso la hace aún más hermosa. "¿Pero qué digo?"me pregunto preocupado por el rumbo que toman mis pensamientos.
-¿A qué se debe esta agradable visita?- le pregunto apoyando las manos en mis caderas
-Quería hablar contigo en privado- dice ella sentándose en mi cama como si nada
Enarco una de mis cejas evitando hacer comentario alguno. No resulto defraudado puesto que aceptando mi silencio Gabrielle comienza a hablar.
-Se que lo que acaba de pasar no te hace mucha gracia que digamos, pero espero que a la larga puedas aceptar nuestra decisión- comienza diciendo
-Esto...
-Esto está siendo muy complicado para todos ya que hemos perdido mucho. Sin embargo hemos de ponernos de acuerda para salir adelante...
-¡Gabby!- exclamo -Está todo bien, no has de preocuparte por nada- digo
-Aun así, ¿hay algo que pueda hacer por ti?- pregunta dudosa al cabo de un rato
-Pues hay una cosita que no me vendría mal- mi mente por fin se había puesto en movimiento
-¿Si?
-Si- dije- creo que- me paso la mano por el cabello- necesito un corte de pelo
Una enorme sonrisa se extiende por su rostro.
-¿Qué te hace pensar que no te voy a cortar por accidente el cuello o hacerte un mal peinado?- pregunta- No creo que quieras tener parte de tu cabeza rapada y la otra no.- la ironía en su tono de voz me hizo sonreír.
-Confío en ti- estas palabras salen antes de que pueda detenerlas, y me sorprendo al darme cuenta de que así es
Me dejo caer en la silla del escritorio mientras Gabby sale precipitadamente de la habitación. Por un momento temo que no vuelva. El chirrido de la puerta al abrirse calma mis temores. Me pide con amabilidad que me quite la chaqueta, y así lo hago.
-Y ahora entras en el baño, te duchas como es debido, y vuelves- me dice de forma mandona
-Y después me tumbo sumiso esperando a que vengas a poseerme, ¿no?- le digo burlón
-¡Largo!- grita tirándome un cojín
Antes de salir veo que tiene una de esas sonrisas que tanto me están empezando a gustar.
-As de ser muy especial- le digo a voces desde la ducha- eres la única mujer que ha conseguido que me duche dos veces en un día. ¡Enhorabuena!
Quince minutos después salgo con una toalla a la cintura
-Me dejé la ropa aquí- digo en respuesta a la interrogación de su rostro
Los ojos de Gabrielle recorren mi cuerpo sin pudor. Me agacho para sacar de la maleta unos calzoncillos y unos vaqueros. Cuando vuelvo a salir lo hago vestido de cintura para abajo. Ella me pasa una toalla por los hombros y las manos por el cabello. Me hace sentar en la silla, coge un peine y empieza a hacer su trabajo. Los mechones de mi cabello van cayendo uno tras otro.
-Ya está- dice poco después
Saca un espejito y me lo entrega. El reflejo del joven al otro lado del espejo no soy yo. Suelto un silbido de admiración. Hasta este momento no me había dado cuanta de que necesitase tan urgentemente un corte de pelo. Sus finas, pequeñas y suaves manos apartan la toalla y sacuden mi cabello. Soy consciente de que no las aparta, y no hago nada para evitarlo Sus uñas se clavan en mi piel, pero no de un modo doloroso. Suelto un suspiro, extasiado por sus caricias. Siento su aliento allí donde nuestras pieles se encuentran, y a continuación sus labios.
-Tocas muy bien la armónica, Hemsworth
No tengo tiempo a asimilar esas palabras susurradas contra mis labios cuando la puerta se abre con un estruendo separándonos de golpe. Mierda, se me olvidó volver a trabar la puerta tras la llegada de Gabrielle. Sin embargo me siento agradecido por la interrupción. No creo que hubiese sido capaz de detener el terrible error que podríamos haber cometido.
-Creí verte entrar a...- la frase se queda a medias
Un par de ojos nos miran con asombro.
[Aaron]
Parpadeo repetidas veces molesto por la débil luz que emite la destartalada bombilla que se balancea sobre mi cabeza.
Tengo los miembros doloridos, y la vista borrosa. Mi labio inferior se encuentra hinchado, y muy posiblemente roto. De mi nariz emana un hilillo de sangre que se desliza por mi barbilla y se introduce por el hueco de mi camisa. El sabor metálico de la sangre no resulta agradable. Me retumba la cabeza, y cada cierto tiempo unos extraños espasmos sacuden mi cuerpo.
Las esposas que mantienen presas mis manos me infligen dolor y escozor por partes iguales.
He perdido la noción del tiempo. Pueden haber pasado segundos, minutos, horas, días e incluso años desde la última vez que vi la luz del sol.
No sé dónde me encuentro y mucho menos que es lo que esperan de mí.
Agudizando un poco el oído soy capaz de percibir ciertos sonidos. Al otro lado de mi prisión, es la palabra que mejor describe este lugar, se está llevando a cabo una acalorada conversación.
De repente, una potente voz se alza entre las demás:
-¡Apártense de mi camino!
La puerta se abre de golpe estrellándose contra la pared, produciendo al mismo tiempo un desagradable sonido que hiere mi sensible sentido auditivo.
Inmediatamente me yergo, sacando pecho y manteniendo la cabeza en alto.
Un hombre corpulento de ojos grises y con unos terroríficos tatuajes en sus brazos, en su cuello y en su cabeza calva, hace acto de presencia en la sala.
-¡Soltadle!- grita este
Detrás de él aparecen dos hombres más. El primero de ellos tiene el pelo azul y sus ojos son dorados. El segundo lleva el largo pelo recogido en una coleta, y sus ojos son verdes como el musgo. Por un momento creo ver compasión en sus miradas.
-Mira chico, nosotros solo queremos saber que ha pasado con tus camaradas- comienza el que parece ser el líder cogiendo una silla de madera y sentándose en frente mío- necesitamos que cooperes. No creo que quieras hacernos enfadar. Nos veríamos obligados a sonsacarte la información por otros métodos- esto último lo dice sacando una navaja
Trago con fuerza el nudo que se ha formado en mi garganta al tiempo que intento articular alguna palabra, sin éxito. Con la cabeza rechazo su oferta
"La decisión está tomada. No pienso vender a mis amigos" pienso.
El cabecilla les hace una señal a los dos hombres que sonríen de forma malévola.
-Ya sabéis que debéis hacer
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